La isla de la calamidad

  La isla de la calamidad... 

     Una mañana fría de julio, emprendí mi viaje hacia Lima, Perú. Mi plan era recorrer los lugares más típicos de esa región y pasar unos días de descanso ya que mi trabajo me tenía muy estresada. ¡Ah no me presenté!, soy arqueóloga y trabajo en un instituto de investigación muy prestigioso de mi país en el que se desarrollan investigaciones de todas las disciplinas.
     Ya casi al final de mi viaje, en una playa al sur de la ciudad de Paracas, encontré entre en la arena un retazo de lienzo, en él había un jeroglífico. Pensé que qué loco era el destino: una arqueóloga se encuentra, accidentalmente, en una playa en la que estaba tomando sol un retal de lienzo con un jeroglífico. Y esto no era todo, porque junto con el había un reloj de bolsillo antiguo con sus números casi ya desdibujados.

     Tratando de descifrar un poco ese código, me di cuenta que este indicaba un camino hacia una isla. Busqué esta ubicación en mi celular y comparándola con mi ubicación me indicó que estaba a un par de millas de donde me encontraba y que era un sitio turístico muy místico y visitado. Pregunté en un bar del balneario si había alguna lancha o bote que vaya hacia ese lugar; la persona que atendía allí me contestó que si, que al caer el sol siempre salía una especie de guía espiritual con un grupo de personas para este sitio porque se celebraba allí un ritual pintoresco de esa isla. Casualmente en ese bar, vendían tickets para esta excursión y obviamente saqué uno.

     El guía de esta excursión era una persona de estilo mitológica con una estatura desproporcionalmente baja y vestida con un traje propio de este país. En el viaje fui yo sola, nadie más había sacado boletos para esta excursión.

     Cuando llego a esta isla, un grupo de hombres que bailaban extrañamente me obsequiaron un espejo roto. La verdad es que mi cabeza estaba cada vez más desconcertada, no entendía para nada las cosas que me estaban pasando pero igualmente me dejaba llevar. 

     Al rato de que me dieron este espejo, empezó a sonar una melodía algo exótica, le consulté al guía de que se trataba y me dice que esas partituras estaban sonando porque empezaba el ritual. Este, se trataba de matar a un perro negro con una faka. 
Cuando lo presencié, me quedé sorprendida,  realmente cada vez entendía menos. De repente todas las personas se pusieron en ronda ubicándome a mi en el centro, cada una iba sacando su faka. Ahí fue cuando reaccioné en que nada era casualidad, que todo estaba fríamente calculado, que el objetivo de todos esos hechos que habían ido sucediendo era mi cuerpo, mi vida, mi ser. La suerte, ya estaba echada.
     

 

Comentarios